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03/04/2024
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El manejo del tiempo es importante debido a la brevedad de nuestras vidas en esta tierra.
Con mucha certeza DAVID señaló: “Hazme saber, Señor, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti; ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive.” (Salmo 39:4-5 NTV).
El apóstol SANTIAGO también hizo eco a esta realidad: “¿Cómo saben qué será de su vida el día de mañana? La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma.” (Santiago 4:14 NTV). En efecto, nuestro tiempo en la tierra es fugaz; de hecho, es infinitamente pequeña en comparación con la eternidad. Para vivir como Dios quiere que vivamos, es esencial que aprovechemos al máximo nuestro tiempo.
MOISÉS oró de esta manera: “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría.” (Salmo 90:12 NTV). Y una buena manera de adquirir sabiduría es aprender a vivir cada día con una perspectiva eterna.
Nuestro Creador ha puesto la eternidad en nuestros corazones: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y HA PUESTO ETERNIDAD EN EL CORAZÓN de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.” (Eclesiastés 3:11). Estando conscientes de que un día tendremos que dar cuenta a Aquel que nos da el tiempo, debemos vivir motivarnos y ser diligentes para usar bien el tiempo.
La historia nos muestra que los cristianos que más hicieron por el mundo fueron precisamente aquellos que diligentemente se ocuparon de las cosas que tenían por delante.
En su carta a los Efesios, Pablo advirtió a los santos, “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos…” (Efesios 5:15-16).
Vivir sabiamente implica usar cuidadosamente nuestro tiempo. Sabiendo que la mies es mucha, que los obreros son pocos (Lucas 10:2) y que el tiempo se va rápidamente, sería de mucha ayuda hacer un mejor uso de nuestro tiempo para dar testimonio, tanto con nuestras palabras como con nuestro ejemplo. Debemos pasar tiempo amando a los demás de hecho y en verdad (1 Juan 3:17-18).
No hay duda de que las responsabilidades y las presiones de este mundo compiten por nuestra atención. La multitud de cosas que nos empuja en diferentes direcciones hacen que nuestro tiempo fácilmente sea devorado en asuntos mundanos y de poca importancia. Y tristemente, estos esfuerzos que tienen valor eterno, muy a menudo los hacemos a un lado.
Para evitar perder el enfoque, tenemos que establecer prioridades y fijar objetivos. Además, en la medida que nos sea posible y necesario, necesitamos aprender a delegar. Jetro, el suegro de Moisés, sabiamente le enseñó a delegar parte de su pesada carga de trabajo (Éxodo 18:13-22).
Con respecto a nuestra ética de trabajo, recordemos que Dios hizo toda Su obra en seis días y descansó en el séptimo. Esta relación de trabajo a descanso aclara las expectativas de nuestro Creador con respecto a nuestra propia ética laboral.
Las Escrituras revelan el desprecio del Señor ante una conducta perezosa: “Mientras tú sueñas y cabeceas, y te cruzas de brazos para dormir mejor, 11 la pobreza vendrá y te atacará como un vagabundo armado.” (Proverbios 6:10-11 DHH). Debemos tener presente “La parábola de los talentos”, la cual nos ilustra la tragedia de una oportunidad desperdiciada, así como la importancia de trabajar fielmente hasta que el Señor venga (Mateo 25:14-30).
Debemos trabajar con diligencia en nuestro empleo acá en la tierra, pero nuestro “trabajo” no se limita solo en lo que hacemos para obtener ganancias monetarias. De hecho, nuestro objetivo principal en todo lo que hacemos, debe ser “LA GLORIA DE DIOS”: “Y todo lo que hagan o digan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.” (Colosenses 3:17 DHH). Inmediatamente Pablo vuelve hacer énfasis de esta meta nuestra: “Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres. 24 Pues ya saben que, en recompensa, el Señor les dará parte en la herencia. Porque ustedes sirven a Cristo, que es su verdadero Señor.” (Colosenses 3:23-24 DHH).
Jesús nos habló de la necesidad de almacenar tesoros en el cielo: “No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. 20 Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. 21 Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.” (Mateo 6:19-21). Sin menospreciar la gran utilidad que son las riquezas en esta tierra, debemos de entender que no fuimos llamados a trabajar hasta el agotamiento en la búsqueda del acumulamiento de las riquezas terrenales.
Como embajadores del cielo en esta tierra, debemos de dar lo mejor de nosotros a todo lo que Dios nos ha llamado. En todos nuestros emprendimientos, en nuestras relaciones, en nuestro trabajo, en nuestros estudios, en nuestro servicio hacia los demás, en los detalles administrativos de nuestras vidas, en el cuidando de la salud de nuestros cuerpos, en nuestras formas y tiempos de recreación, etc., siendo nuestro objetivo principal “La Gloria de Dios”. Si Él es quien nos ha confiado este tiempo en la tierra, entonces Él es quien debe de dirigir la forma en que lo invertimos.
Cabe señalar que EL DESCANSO es un uso legítimo del tiempo y por cierto, muy necesario también. No debemos olvidar el pasar tiempo con Dios, tanto en privado como colectivamente. Sin duda, estamos llamados a invertir tiempo en las relaciones con los demás y trabajar duro en las cosas de la vida. Pero tampoco podemos descuidar los tiempos de refrigerio que Él nos da a través de los momentos de descanso. El descanso no es tiempo perdido; es un refrigerio que nos prepara para hacer un mejor uso del tiempo. También nos recuerda que en última instancia es Dios quien está en control y quien provee cada una de nuestras necesidades. Mientras tratamos de manejar bien nuestro tiempo, debemos ser sabios para programar tiempos regulares de descanso.
Más importante aún, necesitamos programar diariamente un tiempo regular con Dios. Si Él es quien nos prepara para llevar a cabo las tareas que nos ha encomendado y quien dirige nuestros días, lo peor que podemos hacer es manejar nuestro tiempo como si nos perteneciera. Si el tiempo le pertenece a Él, entonces, dependamos de Su sabiduría sobre la forma de usarlo correctamente y, luego, actuemos con confianza, siendo sensibles no sólo a Sus correcciones sino también a las interrupciones ordenadas por Dios a lo largo del camino.
Si usted desea aprender a tener un buen uso de su tiempo, considere qué cosas Dios estima valiosas. Piense en lo que Él lo ha llamado específicamente. Analice cuánto de su tiempo está invirtiendo en esas cosas. Examine qué otras cosas están tomando de su tiempo. Haga una lista de prioridades y responsabilidades y pídale a Dios que le dirija sobre cualquier cambio que deba hacer.
Con respecto al tiempo, la biblia aconseja que debemos poner nuestro enfoque en lo que es eterno en contraposición a los placeres efímeros de este mundo pasajero. Por lo tanto, debemos avanzar con diligencia y propósito divino, mientras los caminos de nuestras vidas progresan hacia el propósito final de Dios.
Con toda seguridad podemos decir que:
- El tiempo que pasamos con Dios y el conocerle, a través de la lectura de Su palabra y la oración, nunca es una pérdida de tiempo: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Salmos 16:11).
- El tiempo que pasamos para la edificación del cuerpo de Cristo y para amar a los demás con el amor de Dios es un tiempo bien empleado: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Hebreos 10:24-25).
- El tiempo invertido en compartir el evangelio para que otros lleguen a conocer la salvación en Jesús, da fruto eterno: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:18-20).
¡Debemos vivir como si cada minuto contara, porque realmente cada minuto si cuenta!
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