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02/20/2020
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Día 19 - Ayuno de Daniel
“Venid a mí”
En Mateo 11.28-30, el Señor nos hace una invitación atractiva al decir: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Hay muchas clases de yugo en este mundo, que con falsedad prometen aliviar las cargas de la vida, pero solo logran mitigar nuestros problemas de manera temporal y casi siempre añaden más peso a nuestra carga.
Jesucristo desea que dejemos a un lado todos los otros yugos para recibir solo el suyo, el cual es diferente a los demás.
Las cargas son las presiones diarias que nos agobian. Podemos afirmar que estamos unidos a esas cargas e incluso despertamos con ellas, las llevamos con nosotros durante todo el día y nos vamos a dormir con la mismas situaciones. Y como resultado nos sentimos desgastados, desanimados, desamparados y sin esperanza alguna, al sentir que no hay salida y terminamos exhaustos.
En la época de Jesucristo las personas estaban familiarizadas con el yugo. Sabían que era una pieza pesada que se colocaba sobre la nuca de dos animales para que pudieran mover el arado. Dos bueyes juntos bajo un yugo podían mover un peso más grande con menos esfuerzo, pues compartían el peso de la carga.
“Llevad mi yugo”
El yugo de Jesucristo consiste en nuestra relación personal con Él. Desde el momento en el que lo recibimos como Señor y Salvador nos unimos a Él. Sin embargo, no promete que quedaremos libre de las cargas, sino que su presencia y poder nos capacitarán para enfrentar las aflicciones de este mundo. Ya no nos quitarán el sueño, ni nos sentiremos agobiados o afanados, pues hay paz y descanso bajo el yugo de Cristo.
La paz es un lujo difícil de obtener. La mayoría de las personas viven afanadas por diversas razones y muchos tratan de hallar alivio en las drogas, el alcohol y el sexo. Pero nada de eso produce satisfacción verdadera. Dios nos creó para que pudiéramos sentirnos satisfechos en Él. Así que, todo lo demás que intentemos no resultará.
- Estar bajo el yugo de Cristo significa vivir en UNIDAD y DEPENDENCIA a Él. Debemos entonces dejar a un lado nuestra autosuficiencia y orgullo.
- Al someternos al liderazgo de Jesucristo nos transforma no solo de manera temporal, sino también eternal.
Fuimos creados para vivir bajo el yugo de Cristo porque Él es nuestra vida. Al someternos a Él, toma nuestra carga, nos asegura su presencia poderosa, nos da paz y nos muestra el camino a seguir.
“Aprended de mí”
Llevar el yugo de Cristo también consiste en aprender de Él. Cristo se describe a sí mismo como “manso y humilde de corazón” y demostró tales características al interactuar con los necesitados que estaban a su alrededor. Cuando Bartimeo clamó por misericordia, Jesucristo le restauró la vista (Mr 10.46). El Señor comprende nuestras debilidades, pues sabe lo que se siente estar cansado y exhausto (Jn 4.5, 6). Si bien, experimentó el gozo de tener buenos amigos como María, Marta y Lázaro, también supo lo que significaba tener enemigos. Sin embargo, nunca tuvo que llevar las cargas solo, pues su Padre celestial siempre estuvo a su lado.
El Señor nos ofrece un yugo fácil y nos asegura que su carga es ligera. No tenemos por qué sentirnos solos o derrotados, pues siempre está con nosotros y su fortaleza hace que la carga sea más ligera, pues la lleva en lugar nuestro. Todo lo que nos toca, también toca a Cristo, pues estamos unidos de manera espiritual a Él.
Cristo nos invita a que aprendamos más de Él y de la manera en la que obra en la vida de las personas. Conocerlo nos permite vivir en paz en medio de cualquier dificultad que enfrentemos. La vida cristiana no se basa en lo que podemos hacer con nuestras fuerzas, sino en lo que Jesucristo hace en nosotros. Si aprendemos de Él y permanecemos en su verdad, transformará nuestra vida.
“Hallaréis descanso para vuestras almas”
Jesucristo nos asegura que encontraremos descanso para nuestra alma, el cual disipará la incertidumbre, los temores, las ansiedades y la desesperación. Si nos rendimos ante el Señor Jesucristo y andamos en comunión con Él, no enfrentaremos ninguna situación solos, pues ha prometido que nunca nos dejará ni nos abandonará (He 13.5).
¡El yugo de Cristo nos ata a Él y nos da descanso!
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