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03/25/2024
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Hebreos 9:13-14: “Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”.
El Antiguo Pacto establecía diversos tipos de sacrificios que, en su mayoría, tenían la intención de llevar al ofrendante a desarrollar una conciencia de que la muerte a causa del pecado estaba sobre él, por lo cual había que ofrendar el sacrificio para que le fuera aceptado de parte de Dios. La sangre del sacrificio debía ser rociada, porque representaba la vida misma: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Levítico 17:11).
Jesucristo, como “el Cordero de Dios” que quita el pecado del mundo (Juan 1:29), se presentó como el sacrificio perfecto y su sangre, a diferencia del antiguo pacto, no cubre sino limpia completamente todo pecado. Es por esto, que el hombre perdido y sin esperanza puede ser salvo por medio de la sangre, que fue derramada en la cruz del Calvario por el Cordero de Dios, Cristo Jesús.
La Biblia declara que el cristiano es elegido por Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: “… elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.” (1ª Pedro 1:2).
En esta meditación mencionaremos los beneficios que el hombre puede encontrar gracias a la Sangre del Cordero de Dios.
- La sangre de Cristo nos purifica.
El cristiano debe conocer y experimentar los beneficios de esa sangre bendita, puesto que desde que recibió a Jesucristo en su corazón, empezó a actuar en novedad de vida hasta ser presentado puro delante del Señor, y vivir para siempre con Dios. La ley dada por medio de Moisés establecía que todo pecado debía ser purificado con sangre, a través de un sacrificio (Levíticos 14:25), y en el libro de Hebreos, se dice que casi todo es purificado con sangre, conforme a la ley de Moisés (Hebreos 9:22).
La palabra “purificado”, viene del griego «Katharizo», que significa: “Limpiar y liberar de toda mezcla”, lo que indica que la sangre de Cristo limpia cualquier tipo de pecado: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2ª Corintios 5:17).
- La sangre de Cristo nos redime.
La palabra “redención” viene de la raíz griega «lutroo» que quiere decir: Liberar mediante el pago de un precio de rescate.
Por eso, la obra de Jesucristo es poderosa para redimir a los hombres de toda iniquidad: “… quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” (Tito 2:14).
Él [Cristo] nos rescató de la vana manera de vivir que heredamos de nuestros padres: “… sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, …” (1 Pedro 1:18).
Fuimos recatados de la esclavitud, y el único pago de rescate fue la preciosa sangre de Jesucristo.
- La sangre de Cristo quita el pecado.
En el Nuevo Testamento se enseña que la sangre de los toros y de los machos cabríos no pueden quitar los pecados (Hebreos 10:4), sino que sólo la de Cristo, quien realizó una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados (Hebreos 10:12) de toda la humanidad (1ª Juan 2:2).
La sangre de Cristo quita el pecado, porque en Él no hay pecado: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.” (1ª Juan 3:5). La palabra “quitar” viene del griego «airos» que significa levantar, llevar, tomar arriba o afuera, por lo que Cristo llevó nuestros pecados sobre su hombro, los tomó para que ya no los cargara el creyente. ¡Gloria a Dios!
- La sangre de Cristo limpia de todo pecado.
“… pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1ª Juan 1:7). Aquí cuando se habla de “limpiar” se refiere a la palabra griega «katharizo» que significa: Hacer limpio, limpiar de la contaminación del pecado y declarar limpio o puro. Lo que nos esta diciendo Juan es que la sangre de Cristo limpia al creyente de todo pecado.
- La sangre de Cristo limpia la conciencia.
La sangre de Cristo limpia la conciencia de obras muertas, lo cual permite que el creyente sirva a Dios: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14).
La conciencia se refiere, a “aquella facultad mediante la cual se llega a saber la voluntad de Dios, como aquello que está dispuesto a gobernar la vida”. Pero también es “ese proceso de pensamiento que distingue todo aquello que se considera moralmente bueno o malo, alabando lo bueno, condenando lo malo, y termina impulsando a hacer lo bueno y evitar lo malo”.
En otras palabras, la sangre de Cristo es suficiente para limpiar el pensamiento del creyente, fortaleciéndole la conciencia para que distinga claramente, entre lo que proviene de Dios y no dejarse influenciar por lo que proviene del enemigo.
- La sangre de Cristo no da permanencia en el Hijo.
El acto de la Cena del Señor nos proporciona ─por la fe─, permanencia en el Hijo, puesto que Cristo afirmó que quién comiera su carne y bebiera en su sangre, permanecería en Él, y Él en el creyente: “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.” (Juan 6:56).
- La sangre de Cristo nos proporciona comunión con Él.
“Comunión” se deriva del griego «koinonia», que significa: Tener en común, participación, compañerismo.
La Cena del Señor recuerda al creyente que goza ─por la fe─, de un compañerismo con Cristo, pues simbólicamente participa de su muerte y resurrección y se anuncia su venida: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” (1ª Corintios 10:16).
- La sangre de Cristo nos acerca a Dios.
La Biblia dice que, en otro tiempo, el hombre anduvo lejos de Dios, desobediente, sin embargo, a través de la sangre de Cristo, fue hecho cercano a Dios: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” (Efesios 2:13). La sangre de Cristo cambia el corazón del hombre para acercarlo a Dios.
- La sangre de Cristo nos da axeso al lugar santísimo.
El lugar Santísimo era el lugar del Tabernáculo construido por Moisés, en donde estaba el Arca del Pacto, que representa la presencia de Dios; pero ahora por la Sangre de Cristo tenemos entrada al verdadero Lugar Santísimo, para conocer al Señor más de cerca y gozarnos en Él: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,” (Hebreos 10:19).
- La sangre de Cristo nos santifica.
Santificación se deriva del griego «jagiazo» que significa: Apartado del mal, poner aparte para Dios: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Hebreos 10:10). La sangre de Cristo sobre la vida del creyente santifica y regenera, por ello no debemos menospreciarla, ni tenerla en poco, ya que Dios castigará a aquel que la tenga por inmunda: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10:29).
- La sangre de Cristo no trae paz.
Paz se deriva del griego «eirenopoieo», que quiere decir: Hacer paz. esta palabra griega sólo se menciona una vez en la Biblia. El Señor trae la paz a la vida del creyente por medio de su sangre, con el propósito de reconciliarlo con su Padre Dios, y presentarlo ante Él, santo, sin mancha e irreprensible: “… y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. 21 Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado 22 en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él…” (Colosense 1:20-22).
- La sangre de Cristo nos hace aptos.
“Apto” se deriva de la palabra griega «Katartizo», que significa: hacer apto, equipar y preparar. La sangre de Cristo hace apto al creyente para hacer Su voluntad, quitando o agregando aspectos en su vida que le permitirán crecer y ser edificado: “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, 21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (Hebreos 13:20-21).
- La sangre de Cristo nos da vida.
Dios establece un nuevo pacto, con mejores promesas que el anterior. Jesús es el mediador del nuevo pacto: “… a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” (Hebreros 12:24). Pacto que se selló con Su sangre e hizo suficiente ese sacrificio, de una vez y para siempre, por lo cual somos partícipes y herederos de todas las bendiciones que vienen tras él.
- La sangre de Cristo nos da vida.
Cuando participamos de su carne y de su sangre, tenemos vida: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” (Juan 6:53).
La palabra “vida” se deriva del griego «zoe», que significa: Vida como la tiene Dios, aquello que el Padre tiene en sí mismo y que Él dio al Hijo encarnado que tuviera, vida en sí mismo y que el Hijo manifestó en el mundo. Esta vida eterna, es la posesión presente y real del creyente debido a su relación con Cristo (Juan 5:24; 1ª Juan 3:14), que algún día se extenderá al cuerpo, garantizado por la resurrección de Cristo (2ª Corintios 5:4; 2ª Timoteo 1:10).
- La sangre de Cristo rompe herencias ancestrales negativas.
“… sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación…” (1ª Pedro 1:18-19). Este pasaje indica que fuimos redimidos de la vana manera de vivir heredada de los padres, por medio de la sangre de Cristo, es decir, el sacrificio de Jesús hace libre al creyente de herencias de maldición familiar, puesto que la genética de maldición en el creyente es cambiada a la genética bendita del Hijo de Dios. La Sangre de Cristo corta cualquier lazo generacional de maldad, para andar en novedad de vida.
- Nota final.
Estos beneficios son el testimonio del gran amor de Dios para sus hijos (Juan 3:16), ya que Cristo vino a reconciliar todas las cosas ─de las que están en los cielos como las que están en la tierra (Efesios 3:10-11; Colosenses 1:20; Hebreos 9:23-24).
Debemos saber que la sangre de Cristo fue derramada una sola vez para salvación y es rociada para purificación y perfeccionamiento hasta el día en que todo sea perfecto.
1 Comments on this post:
Jesus Santillán
Que Meditación tan Bonita, para una Semana Santa. AMÉN ? Gracias Pastor.!!!